01 octubre, 2010

Tú, mi "no debo" Tú

El dulce sabor de lo prohibido, la satisfacción de tener lo que deseas aunque no lo tienes ni lo tendrás. Es la arena caliente de la playa entre tus dedos, puedes tocarla, sentirla tibia contra tu piel pero tal como la arena se diluye entre tus dedos, solo la sostienes por muy poco tiempo y entonces te queda cerrar tus ojos y recordar la sensación que quedó de tenerla, como si tu mano tuviese su propia memoria para recordar la textura, la temperatura, el aroma, pero aprietas tu mano y entonces recuerdas que solo fue un minuto, que no puedes sujetarla más que eso.

Esa electricidad que recorre tu espalda y te arranca un suspiro enmudecido, es como el postre indulgente del que está en régimen dietético, si bien desde que tienes el postre frente a ti quieres devorarlo, con cada bocado te das cuenta que se acabará y que no debes comer más que eso porque no puedes perder todo el esfuerzo de tu dieta, y entonces tratas de memorizar la satisfacción que te da cada bocado, porque no sabes cuándo podrás comer otra ración.

Es traspasar tantas veces el límite entre lo que debes y lo que quieres,  y lo haces tanto que cada día notas menos la demarcación, esa que antes era nítida a metros de distancia. Saber que está mal, que no debes, pero lo prohibido tiene ese gusto delicioso que hasta los entendidos le llaman el mejor afrodisiaco, y ante eso solo tratas de justificarte ante ti mismo de tu propia culpa, porque ya estás en un juego que sabes que es peligroso, y ahora ese peligro te alimenta, y aprendes las reglas del juego, a sustituir palabras por miradas que esperas que nadie más entienda porque de tanto verle no son ya solo palabras en lo que piensas, aprendes a saciarte tu apetito con migajas y osas quedar satisfecho porque el marcador corre y recuerdas que estas en un juego y el reloj va en cuenta regresiva siempre, y te conviertes en el mejor relacionista público de la presidencia de cualquier país al inventar excusas para verle, solo para recordar que necesitas estar medicado con anticonvulsivos para controlar el impulso subconsciente por arrebatarse que inunda tu mente, si la mirada compartida es lo suficientemente larga.

Y te propones seriamente no pensarle, y entonces te tropiezas con tu cabeza seriamente extrañándole, y le dices a tu cabeza que no, y una frase, un aroma, un color, le regresa de nuevo a tu mente y cuando acuciosamente buscas tapiar tu mente de todo lo que no le recuerde, el solo esfuerzo te dice que esta ahí, que la sensación de la arena tibia en tus manos no se ha borrado.

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