01 octubre, 2010

Ser Santo o no ser Santo... he ahí el dilema


El ser católica por crianza es algo que comparto con muchos de los que se tropiecen estas líneas, si eres uno de ellos al menos tendrás en tu haber tres sacramentos (bautismo, confesión, eucaristía o primera comunión), si no eres uno de ellos, igual les habrás escuchado alguna vez. Ahora bien, más que de crianza, de algún tiempo a esta fecha me considero Cristiana Católica por convicción, porque experiencias de estudio en espiritualidad me han llevado a eso.

Pero este no es un escrito sobre mi espiritualidad, eso es para vivirlo, no para contarlo.. Esta es una reflexión sobre lo que se entiende como el deber de todo cristiano a ser llamado a la santidad, (solo escribirlo que me hace escuchar el roce brusco de los cauchos en el pavimento de mi mente con un fuerte frenazo, te invito a que reproduzcas ese frenazo que sonaba en las presentaciones de PowerPoint), y es que ser santo se me hace una tarea muy difícil. La razón tras esta reflexión viene por una discusión con mi grupo de apostolado sobre los 10 consejos de Benedicto XVI a la gente joven, específicamente su numeral 4, y que cito de seguido
Estar alegres: querer ser santos
“Más allá de las vocaciones de especial consagración, está la vocación propia de todo bautizado: también es ésta una vocación a aquel alto grado de la vida cristiana ordinaria que se expresa en la santidad. Cuando se encuentra a Jesús y se acoge su Evangelio, la vida cambia y uno es empujado a comunicar a los demás la propia experiencia (...). La Iglesia necesita santos. Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad. Os invito a que os esforcéis estos días por servir sin reservas a Cristo, cueste lo que cueste. El encuentro con Jesucristo os permitirá gustar interiormente la alegría de su presencia viva y vivificante, para testimoniarla después en vuestro entorno”.

Como propuesta empieza muy bien y entonces me topo con “…La Iglesia necesita santos…solo los santos pueden renovar la humanidad…”… Whaaaaaaat!  ¿pretenden que sea santa? ¿en serio?, y justo en ese instante comienzan a pasar por mi cabeza miles de mis acciones nada “santas” y solo puedo pensar que eso de santos es para otros; además, seamos sinceros, mi nombre no pega con Santa por ningún lado (Gracias Mamá y Papá por rebuscarse tanto con mi nombre). Luego de la primera impresión, seguí dándole vueltas a la idea, bastantes vueltas considerando que lo hablamos el fin de semana, ya hoy es jueves de la semana siguiente y yo aún malpegada, por lo que me propuse plantearme mi visión de eso, así:

La imagen que tengo formada de los santos es bastante inalcanzable, pero eso no es un invento de mi mente, se ven de esa forma porque así lo ha hecho ver la Iglesia, la misma Iglesia que me inculcó que Dios castiga, que si haces mal te irá mal y cualquier otra cantidad de miedos infundados, en mentes sin formación para defenderse, pero ahora que mi mente es otra, y que mis argumentos están en el mismo libro donde ellos tanto se escudan, La Biblia; puedo decir con tranquilidad que el Dios que castigaba y pedía penitencia y sacrificios para expiar las culpas se quedó en el Antiguo Testamento, así que YA SUPERENLO SI?

La verdad es que –según el Nuevo Testamento– Jesús vino para salvarnos y para perdonarnos los pecados. Buuu juuu monjitas del colegio, fui salvada… Y con esto quiero decir que, no, Benedicto, no tengo interés en ser santa, tengo interés en seguir viviendo como cristiana, creer en la Santísima Trinidad y hacer el bien a quien pueda. Pero olvídate del cuento de poner la otra mejilla, eso es para entes superiores, yo me conformo con no matar y tratar –con una gran cuota de esfuerzo– de amar y más que todo entender a mis hermanos.
El día que la misma Iglesia a la que pertenezco deje de discriminar “solapadamente” y entiendan que la misión de Jesús en la tierra fue la de aceptar e incluir a los “rechazados”, habrá más católicos en el mundo (que es lo que la misma Iglesia busca) pero, aún más importante, habrá más aceptación entre todos y eso debería –aunque sea en mi utopía personal– permitirnos vivir en un mundo mejor, donde las señoras que se dan golpes de pecho en misa no salen diciendo groserías porque les trancaron el carro en el estacionamiento, donde el vínculo familiar y humano se respete y no cueste tan barato la vida de alguien para un sicario, porque simplemente ya no habría sicarios, pero hey! ESA es mi utopía, y lo que interesa de todo esto es que: No necesito ser Santa, con ser y vivir como hija amada y salvada de Dios me basta y me sobra.

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